Entre los 7 y los 12 años es el momento
adecuado para crear en los niños/as la capacidad de esfuerzo.
“Es que no me apetece…, es que no tengo
ganas…”. Si ésta fuera la razón para hacer las cosas, nuestros hijos ¿estudiarían
alguna vez?, ¿se harían la cama? Y cuando crezcan, ¿sabrán enfrentarse a las
dificultades de la vida? Para no hacer niños blandos es necesario enseñarles el
valor del esfuerzo, la necesidad de tener fuerza de voluntad…
Para tener fuerza de voluntad han de
esforzarse, diaria y continuamente, en esa multitud de pequeños detalles que a
veces no damos importancia. Los hijos han de ser capaces de valerse por sí
mismos porque han de ser ellos y no sus padres, quienes tendrán que superar las
dificultades futuras.
Solo hay que pensar en la típica imagen
bastante frecuente entre los adolescentes y jóvenes de hoy: chicos y chicas
blandos con una personalidad débil, caprichosa e incostante, incapaces de
ponerse metas concretas y cumplirlas. Al no haber luchado ni haberse esforzado
a menudo en cosas pequeñas, tienen el peligro de convertirse en no aptos para
cualquier tarea seria y ardua en el futuro y vencerse ante las dificultades.
En ocasiones se puede caer en la tentación
de creer que una parte importante de la labor de los padres consiste en evitar
las dificultades a los hijos. Sin embargo, la mejor herencia para ellos
consiste en dotarles de la capacidad de valerse por sí mismos en cualquier
circunstancia, incluso en las dificultades.
Es contraproducente para los niños que les
proporcionemos una vida fácil y cómoda y que les demos todo hecho. Los niños
van creciendo, y no es bueno que les tratemos siempre como niños pequeños.
Debemos fomentar la fuerza de voluntad. Para ello, se puede comenzar teniendo en cuenta una serie de criterios
generales en el ámbito familiar:
- El ejemplo por parte de los adultos tiene
una gran importancia, especialmente el de los padres. Es necesario que los niños entiendan
porque tienen que sacrificarse, renunciar a lo más cómodo. Es el modo de que
quieran hacerlo por ellos mismos y no únicamente cuando lo decidan sus padres o
profesores.
- A esta edad hace falta cierta exigencia
por parte de los padres, exigencia combinada con cariño y comprensión Con los
años esta exigencia se transformará en autoexigencia. Es un error, a veces involuntario,
evitar el esfuerzo de los hijos, haciendo por ellos un trabajo que puede
contribuir a su formación. Por ejemplo ayudarles a vestirse, hacerles la cama,
darles de comer…
- Hay que plantear metas a corto plazo,
concretas, diarias, que los padres puedan controlar fácilmente, y los niños
acaben lo que comienzan.
- Las tareas que se propongan a los hijos
han de suponer cierto esfuerzo, adaptado a las posibilidades de cada uno.
- Las tareas tendrán una dificultad graduada
y progresiva, según vayan madurando. Conseguir metas difíciles por sí mismos,
gracias al propio esfuerzo, les hace sentirse útiles, contentos y seguros.
- Fomentar especialmente la satisfacción
interna.
Resulta MUY peligroso fomentar la motivación externa mediante regalos materiales,
porque se puede conseguir el efecto contrario, cuando el niño obtiene lo que quiere deja de realizar el esfuerzo
porque ya no le interesa e internamente no esta motivado.
Un buen medio para fortalecer la voluntad es la disciplina
por eso son importantes los juegos o los deportes, porque en ambos casos se
tienen que respetar unas normas o unas reglas preestablecidas que les crean
hábitos de disciplina.
Al hacer vivir esta disciplina hay que tener en cuenta el modo de ser, la
edad y las posibilidades de cada niño,
respetando su personalidad y sabiendo conjugar la exigencia y la firmeza, con
el cariño y la comprensión.
Podemos encontrar además cuentos para fomentar el esfuerzo en nuestros más pequeños. Por ejemplo: Simbad el marino. Esfuerzo, el gigante infinito. El bosque de los lamentos. Los superpoderes de Luca Listillo.
¡Me parece muy interesante Ángela!
ResponderEliminarPaula